Borja el día de su presentación y este martes en su regreso al Príncipe Felipe (Fotos CAI Zaragoza)

BASKETZARAGOZA.NET Borja Vidal Fernández forma parte de la historia de Basket Zaragoza 2002. De aquellos lejanos comienzos, esos que la memoria selecciona a su capricho. Para la marea roja fue "Hispano" un pívot que quizá no será recordado por sus estadísticas pero sí por el clamor popular que representaba su presencia en la lejana LEB de la campaña 2004-2005 a las órdenes de Alfred Julbe. "Venir a Zaragoza siempre me trae recuerdos muy buenos, tanto de la ciudad como de los aficionados. Es un placer revivir esta cancha”, recuerda desde la web del club para todos los seguidores del CAI Zaragoza.

El look inconfundible con sus rastas y el bíceps izquierdo con la Cruz de la Victoria tatuada en honor a su Asturias natal, le hacían especial. “Las rastas me las corté cuando estaba en Torrevieja una navidad. Ya eran muchos años, me dije que era entonces o nunca. Cogí la máquina y se acabó”, comenta.

La empatía de Borja con la grada era incuestionable y la presión sobre Alfred Julbe para que contase con él en pista se hacía notar. "Me tenia que sacar casi obligado, como para olvidarlo. Metía una canasta y saltaba el pabellón como si hubiésemos ganado la Copa de Europa. Era fácil dejarlo todo por la camiseta del CAI Zaragoza", recuerda el ahora jugador de la selección de Qatar de balonmano minutos antes de disputar el Trofeo CAI Ciudad de Zaragoza de balonmano. Cambió en Zaragoza el basket por el balonmano y hasta hoy. Sobre el parqué del Príncipe Felipe, dos horas antes del encuentro, entrenaba en media pista el preparador físico del CAI Zaragoza, Isaac López, con Madiop Ndiaye, Marcos Portález, Laszlo Dobos y Henk Norel. Un guiño caísta a uno de los primeros ídolos de la marea roja.

El “16” de aquel CAI llegó a Zaragoza un mes de octubre de 2004, tras militar en el Ragusa de la Lega due italiana donde acuñó el mote de "Hispano", extraído de la película Gladiator. Pero Borja comenzó en Avilés hasta que un programa de TVE lo llevó a la elite. Desde su pueblo natal en Asturias, Pontigón, alguien del Joventut de Badalona lo vio y lo captó. Jugó 4 partidos en ACB vestido de verdinegro. En su periplo profesional llegó a Nápoles, Ragusa y al CAI Zaragoza, donde jugó 24 partidos solo en Liga Regular.

Del "Hispano" que rugía la marea roja queda “lo mismo pero más viejo. Ahora solo soy un seguidor del baloncesto, casi nunca juego, pero sí me meto a ver las estadísticas, las crónicas… un friki más”, sonríe.

Pero sí ha seguido al CAI Zaragoza en los últimos años y ha presenciado desde la distancia los dulces momentos para los rojillos. “Desde Francia –ha jugado en Nantes- lo he seguido y he visto la progresión del equipo y del club, desde la LEB hasta asentarse en la Liga Endesa codeándose con los grandes. Zaragoza se lo merece porque es una ciudad de baloncesto”, reconoce.

De aquella plantilla 2004-2005, Borja mantiene todavía contacto con algunos de sus compañeros de vestuario. “Casi todos los tengo contactados por las redes sociales. Con los que más tengo es con Galilea, Asier García y Matías Lescano. Había muy buena gente en aquel equipo. He mantenido la amistad o la relación porque, al final, eso es lo que queda”, reseña.

Si por algo era recordado en el vestuario y en el club era por las casadielles, postre típico asturiano con el que su madre le proveía cada vez que volvía por casa. No había jugador que no las hubiese probado. “De momento no las he llevado a Qatar. Tengo miedo de que me las quiten en la aduana. Cuando esté un poco más asentado habrá que empezar a introducir la gastronomía asturiana”, comenta, aunque su físico no invita a pensar que el dulce forme parte de su dieta.

Antes de irse quiso recordar desde la puerta el vestuario en el pabellón Príncipe Felipe, ese que atravesó tantas veces para enfundarse la camiseta con el 16 del Basket CAI Zaragoza.

Reportaje gráfico: CAI Zaragoza y Toni Galán